Ayer sábado tuve el gran placer de estrenar las actividades de la papelería Carlin Vallecas con un cuentacuentos de lo más intenso. Y, sí, papelería.

Contar en sitios nuevos siempre es un reto, pero si el sitio no sólo es nuevo para mí sino que a) es la primera vez que allí se cuentan cuentos, b) no es un espacio donde la gente esperaría que se cuenten cuentos y c) no es un espacio habilitado para narrar, pues... ¡NERVIOS INTENSOS!

En espacios inauditos e inéditos el mayor temor siempre es ¿habrá público? Uno espera cuentos en una biblioteca, en un pub con solera cuentera, en una librería infantil, en la Feria del Libro... pero ¿en una papelería? Pues señores: el espacio es chulo. Y es muy chulo porque Sergio y familia se lo han currado.

Al igual que el espacio, se curraron una intensa labor de promoción entre la clientela, usuarios de la tarjeta lector con que cuenta el negocio. Pero, como suele suceder con las actividades gratuitas, reservar no significa "voy seguro" sino "bueeeeno, hace calor y los niños están en la pisci... ¿teníamos algo que hacer esta tarde?". Es decir, que fuimos pocos: desde aquí agradezco a los creadores de whasapp que hayan puesto a disposición de la humanidad esta impresionante herramienta para convocar amigos. Y, por supuesto, mi gratitud eterna a las y los que respondieron a la llamada. 

Contar para poco público, curiosamente, es más difícil que contar para muchos. Todo se amplifica, cualquier fallo o pérdida de atención destaca mucho más. Y si además gran parte del público te conoce "de la vida real", si tu hija pequeña está entre el público y se enfada cuando te interrumpen o te pisan la historia o si tienes un toddler robándote el agua y de paso el protagonismo... En realidad, salimos todos muy bien parados. Que se noten las tablas. Sesiones así son de las que desoxidan, que es lo que yo necesito.

Elegí los cuentos de entre mis preferidos dentro de mi repertorio: El pez Arcoiris, En busca del beso y La ovejita que vino a cenar, con el extra siempre loco de Erase una vez (de éste haré una reseña en breve). Quien me haya visto contarlos verá que se parecen a los cuentos leídos, pero lo justo.

En fin, que para mí la experiencia fue intensa, me lo pasé estupendamente y hasta nos llevamos unos regalitos de papelería chulísimos (mi hermana y yo siempre quisimos tener una papelería, tanto nos gustan los papeles, los cuadernos, las pinturas... más que una librería, fíjate). En fin, que yo repetiría sin dudarlo.

Un beso a Paloma y Carla, a Irene, Roberto, Yolanda e Ignacio, a Pili, Hugo y Nathan (¿lo he escrito bien?) y resto del público. Muy bien todos, sois un público estupendo. Y a la organización: mil gracias.
Arcoiris es el pez más hermoso del océano, con sus preciosas escamas de mil colores. Pero a pesar de su belleza se siente muy solo. ¿Por qué los demás no quieren jugar con él?

Uno de los grandes álbumes clásicos, escrito e ilustrado por Marcus Pfister y editado en España por Beascoa. La primera edición es de 1998 y sigue reeditándose año tras año.

Este título es toda una referencia en Educación Infantil, tanto en primer como en segundo ciclo, no hay niño que no lo conozca y se utiliza como punto de partida para trabajar aspectos que van desde los colores hasta la importancia de compartir.

El personaje forma parte de una serie (El pez Arcoirirs y la cueva de los monstruos, El pez Arcoiris descubre el mar profundo...).


Así leído quizá a algunos os pasará como me ocurrió a mí la primera vez que lo tuve en mis manos, que me  pareció un cuento empalagoso y al que se le veía el plumero educativo del "qué bonito es compartir", pero una vez trabajado para ser narrado es un cuento que da mucho juego, uno de mis favoritos y de los que más cuento.

Fuente: Editorial Juventud
Ya comenté en un post anterior algunas opiniones que me genera la propuesta de animación a la lectura que se suele hacer en el cole de mis hijas, así que hoy traigo una muestra de los resultados.

El otro día me traje a una amiguita de mi hija menor a comer a casa y a jugar un rato. Como ella terminó de hacer los deberes antes que mi hija, le comenté así de pasada "¿Quieres leer un cuento mientras esperas?" La respuesta fue muy clara: "No. No. NO QUIERO. NO ME GUSTA. YO YA HE HECHO LOS DEBERES!!!"

La reacción fue visceral. Le comentamos que por supuesto no era obligatorio, que era por si quería entretenerse un rato, incluso mis hijas aportaron su opinión, pero cada comentario nuestro elevaba la respuesta. Hablamos de una niña de la que según creo ya lee perfectamente.

Así pues, me senté en el suelo y disimuladamente empecé a leer en voz alta un cuento muy sencillo que habíamos sacado de la biblioteca y que mi benjamina disfruta leyendo de forma autónoma: "Pero papá", de la Editorial Juventud.

Y ahí sí: la niña se enganchó a la historia, buscaba ver las ilustraciones, aportaba su opinión, hacía preguntas... Disfrutó con el cuento.

Blanco y en botella, leche.

Cuando yo era pequeña aprendí a leer sin lecturas obligatorias. Sí, teníamos libro de lectura, con pequeños textos de tipo variado, cortitos, de complejidad supongo que creciente, del estilo del que usan ahora también en los coles, pero no nos llevábamos un libro de la biblioteca de aula para leer el fin de semana y hacer una ficha ni nadie me obligó a leer 15 minutos diarios como quien se toma una medicina prescrita por el médico. Y no me debió ir mal, mis padres siempre cuentan la anécdota de que no tenían ni idea de que yo sabía leer hasta que un día me lancé a leer los letreros que veía por la calle.

Empecé a acudir a la biblioteca del cole en sexto (apunto que yo soy de la EGB). La lectura salvó mi vida, o al menos mi sentido del yo, ya que mi timidez me dificultaba los recreos de comedor y con un libro en la mano daba igual que tus amigos comieran en casa. Creas fama de rara, pero ese ya es otro asunto.

En octavo tuve mi primera experiencia de lectura obligatoria: Tres cazadores en Siberia (mi ejemplar, en edición de la Editorial Noguer, sigue por ahí por casa). Me pareció infumable, así que sólo me leí el capítulo que me tocaba resumir y comentar. Todavía me pregunto que pensaría mi profe, porque saqué buena nota pero el resumen no tenía ni pies ni cabeza (me había tocado un capítulo de los de en medio).

(Años después me reencontré por mi cuenta con los tres cazadores... ¡y me encantó! Para que veas).

Este mismo repelús me lo dieron las lecturas obligatorias del instituto. Al menos nos las vendían bajo el pretexto de ser "literatura antigua": La celestina, el libro del buen amor, el quijote, las cartas de Larra, La busca... y la profe tenía la suficiente sensatez para no comprobar si lo habíamos leído completo. Eso sí, nunca me vi obligada a leer un libro de los que se suponía orientado a mi edad como las colecciones de títulos que preparan hoy en día las editoriales a la caza del lector cautivo. Muchas son novelas que realmente merecen la pena, pero a las que la obligatoriedad a menudo les roba la emoción. Y sí, alguno se engancha a la lectura con ellas pero...

Entonces ... ¿cómo animar a leer?

Quizá sea más fácil determinar como NO animar a leer. La lectura, la literatura, de ficción o de no ficción, prosa o verso, puede cumplir muchas funciones, pero si se busca descubrir a nuestros niños y niñas el placer de la lectura no puede nunca, nunca, ser obligatoria.

¿Eres profe? ¿Eres madre o padre? Cuéntame qué te parece o cómo lo haces.
Fuente: http://www.gennarovarriale.it
Estoy apestosamente afónica, lo que para mí es una tortura (pero para la tranquilidad familiar parece que va bien, no veas lo difícil que es perder los nervios con tus hijas cuando no puedes gritar). Así que, en vez de cuento, toca "teoría".

Dice la wikipedia que el tempo es la velocidad con que debe ejecutarse una pieza musical y el ritmo hace referencia a la cronología de sonidos y silencios.

Vamos por el principio: si habéis escuchado los cuentos en mp3 que subo a este blog, quizá hayáis pensado "¡como corre!". Y tendréis razón: en este blog corro mucho. Pero es a posta, no vayáis a creer que yo cuento cuentos siempre a toda velocidad.

No, los cuentos tienen que respirar. No es ya que cada cuento tenga un ritmo distinto, no, es que en un mismo cuento habrá pasajes para correr y pasajes para pasear lánguidamente, para dar saltos y para quedarnos absolutamente quietos. No es lo mismo contar (o leer, o...) que ella "estaba tan nerviosa que le latía el corazón a mil por hora y no sabía dónde meterse" que explicar que "cuando la luz del sol comenzó a calentarle el rostro, se desperezó lentamente y se puso en pie con cuidado". El ritmo cuenta, como tantas otras cosas que ya iremos desgranando.

Y además también se trata de dejar que el público respire, de que le llegue la historia. Tiempo para reir y tiempo para emocionarse, tiempo para sentir el terror o la felicidad del protagonista, para crear en su imaginación las imágenes, las sensaciones, las emociones que transmitimos. Si atropellamos la historia le estamos robando a nuestros oyentes la posibilidad de que ésta le implique profundamente.

Y creedme: es muy fácil correr. Incluso los narradores profesionales tienen momentos de nervios en los que la historia es nueva, o el público es difícil, o el ambiente es poco adecuado. Cuando predominan las ganas de acabar prontito frente a las de narrar (señal indudable de que mucho no estamos disfrutando), todos tendemos a correr. Para. Frena. Respira.

¿Y si estoy leyendo? Más a mi favor. Si estoy leyendo necesito un tiempo especial para conectar con esos oyentes a los que la mayoría del tiempo no estoy mirando (lo voy avisando: ya hablaremos de la mirada). Tiempo para mostrar las ilustraciones si las hay o responder preguntas. Incluso para pasar las páginas.

Narrando, leyendo, mostrando, teatralizando... todo tiene su tempo y su ritmo. Respetemos ambos a favor del cuento.

Entonces ¿yo por qué corro? La razón es sencilla: porque no os tengo delante, queridos oyentes. Y así, en el vacío del espacio digital, los espacios en blanco se vuelven eternos.
En el norte de Turambul, había una vez una señora que era la peor señora del mundo. Era una señora mala, terrible, espantosa, malvadísima, la peor de las peores señoras del mundo. La más malvada de las malvadas.

Un divertidisimo cuento de Francisco Hinojosa con ilustraciones de Rafael Barajas, editado por Fondo de Cultura Económico.

Se trata de un cuento políticamente muy incorrecto que puede causar rechazo entre los educadores. La peor señora del mundo no se llama así por nada: es mala, remala, maltratadora y de pocas luces, y sin embargo es derrotada habilmente sin recurrir a ningún tipo de violencia.

Se trata de un cuento algo más largo que los anteriores. Fondo de Cultura Económica (otra de las grandes editoriales LIJ de las que podemos disfrutar en castellano) lo editó inicialmente en su colección "A la orilla del viento" en un formato pequeño y tapa blanda, con las ilustraciones en blanco y negro, y ha realizado hace poco una cuidada edición conmemorativa del 75 aniversario de la editorial en formato álbum de tapa dura, a todo color. en este caso os he leído la primera, por encontrarse en lo que podríamos llamar "español de España". La nueva edición mantiene giros latinoamericanos que a mí me cuestan un poco.

El cuento está publicado bajo la premisa "para los que están aprendiendo a leer". sin embargo, por su extensión es adecuado para ser escuchado por los pequeños (yo recomendaría a partir de seis años, por la complejidad de la historia), lectura compartida según vayan avanzando en sus destrezas lectoras y es estupendo aún para lectura autónoma para niños de hasta 10 años. Permite incluso ser representado.

Como ya he comentado, el cuento es muy, muy incorrecto, y eso a educadores y padres es normal que nos asuste, pero nos ofrece en contraparte la posibilidad de plantear y debatir de manera sencilla temas como el maltrato, formas alternativas de resolución de conflictos, la unión hace la fuerza, etc

Aquí dejo la versión leída. Mi versión contada cambia bastante. Es un cuento que forma parte de mi repertorio desde hace años pero que sin embargo no suelo contar mucho, ya que es adecuado para edades más mayores del público habitual de bibliotecas y en los coles es, como ya he dicho, un pelín arriesgado. Suelo contarlo en aulas a partir de 2º y hasta 5º-6º de Primaria.


Para terminar, os dejo una entrevista a la peor señora del mundo en el blog el Conde Letras