Empecé a contar cuentos en 1997 de la manera más tonta: me apunté a un taller de la gran Magdalena Labarga. Aunque era monitora de niños bastante quinajos, empecé contando para adultos en diferentes pubs con el que sigue siendo mi grupo: Maricastaña. Los niños vinieron después, junto a más formación en diferentes técnicas teatrales. Hasta llegar a ser yo misma formadora en este área (vuelta al hogar: la Escuela de Animación de Castellana 101).
El escenario no me gusta: me encanta, me fascina y me atrapa. La chica tímida de toda la vida se crece en escena y se atreve hasta con los cuentos eróticos. La relación con el público no la cambio yo por ninguna droga (aunque en este punto me temo que hablo de oídas, quien sabe...).
Cuando la hipoteca llamó a mi puerta, aun sin dejarlo del todo, me centré en otros menesteres. Pero tenía tanto mono de contar que estoy volviendo al ruedo. Y ahora ¿qué?
Pues resulta que estoy oxidada. Hay que ponerse al día y revisito a los grandes, retomo mi relación con los textos, ensayo y pruebo cosas... por el momento sólo para niños.
Leo a uno de los grandes, Pep Bruno. Hay pocos en el Top Ten y Pep es uno de ellos: gran narrador, fantástico escritor, formador excelente y una persona generosa donde las haya, que comparte sus conocimientos sin medir y cuya presencia (analógica y digital) es constante. No os perdáis sus blogs (para mi gusto Por los caminos de la tierra oral es imprescindible para cualquier narrador), su web, su twitter... Tiene feisbuk, pero yo ya no doy más de mí.
Descubro que no es fan de los narradores, vamos a decir, "extremos": disfraces, gestualidad exagerada, grandes voces... Y no es el único sobre el que leo opiniones parecidas.
Vaya, parece que me esté retratando. ¡Ooops!
No nos confundamos y vayamos por partes (como dijo Jack el destripador)
No es exactamente que me disfrace, pero es cierto que cuando cuento para niños me gusta ponerme la ropa de mi alter ego "Nika Canika". Canika es mi mejor yo, el yo divertido, que mira el mundo con asombro, se lo cree todo y se sorprende de que los niños sepan en seguida la respuesta al "no lo adivinaríais ni en mil años". Canika es una persona mayor pero es rara, rompe con la idea que los niños tienen sobre madres y profesoras y me facilita a mí la vida cuentera. Me deja libre para disfrutar. Y además, mantiene la intriga (como Superman, cuando me cambio de ropa sólo los más avispados me miran como diciendo "yo a ti te conozco", y eso mola).
Y ¡recórcholis! las coletas me hacen más joven. Aunque reconozco que este look juvenil, como podréis observar en la foto, se me va a acabar en breve, que una tiene ya una edad. Mucha. Un par de años y a la empresa que me contrate le harán descuentos en la Seguridad Social.
Supongo que podría hacerlo vestida de calle, pero cambiarme de ropa forma parte de mi ritual cuentero. Para adultos soy sólo Nika, y también me "disfrazo" en cierta medida: me pongo "la ropa de salir", porque yo soy bastante de ir de trapillo pero para la escena me pongo guapa (bueno, se hace lo que se puede). Como para una entrevista de trabajo pero en versión nocturna. Aunque la última vez que conté en un pub todavía se podía fumar en ellos (¡y la tortura que era para la voz!), haceros una idea. Y creo que aún no tenía hijas (¡glups!).
Punto dos: mi trabajo con los cuentos infantiles se basa bastante en la gestualidad y la voz. Vamos, que quizá soy un tanto "vocinglera" (si habéis escuchado mis cuentos en este mismo blog podéis haceros una idea, aunque leído y contado no es lo mismo). En espacios grandes, como suelen ser muchas de las salas que actualmente usan las bibliotecas para las sesiones de cuentos, que en ocasiones llegan a ser un salón de actos, suelo soltarme la melena. Conste que eso no implica que me pase el cuento correteando por el escenario, más bien al contrario.
Sin embargo, me encanta contar con el libro en las manos, pasando páginas y apoyando la creación de ambientes y personajes con tan sólo la voz. Este lujo me lo permito en espacios pequeños, donde el público está prácticamente a mis pies y la distancia máxima a la última fila son 4-5 metros. Incluso puedo sentarme en una banqueta. Aunque a veces tengo la sensación de que este estilo no es bien valorado por la entidad que te contrata, que prefiere el anterior. Pero a cada cual lo suyo.
En el primer caso también suelo llevar los libros y los muestro, antes, durante o después.
Otro asunto: soy partidaria de favorecer la participación, incluso cuando ésta supone escuchar a unos cuantos diciendo "pues yo tengo un perro" o "mi papá es carpintero". Es cierto que hay que saber llevarla (dejo este tema para otro día) pero yo no necesito silencio para contar (bueno, el de los padres y profes del fondo no estaría mal, a veces son los más difíciles de enganchar a la contada!!). Si la cosa va bien, el silencio surge él solito cuando es necesario y se marcha cuando sobra.
Finalmente, para acabar con estar primeras reflexiones sobre mi visión personal del Arte de contar cuentos, me gusta armar las contadas alrededor de un hilo conductor; ahí está el ejemplo de "¡Que viene el lobo!", armado alrededor de una supuesta campaña de protección de los lobos de los cuentos.
Cuando el mercado lo permite, mi compañero de grupo Miguelo (a la sazón, mi hermanito pequeño, born in nineteen seventy four, you see) y yo teatralizamos este marco en el que las historias se insertan como en un todo. Ambos somos de la misma escuela (si cabe, él es más teatrero que yo: no en vano es artista de circo). Trabajar con un compañero como Miguelo es un placer y tremendamente divertido, aunque aún no hemos probado a contar a dúo, como hacen Légolas Colectivo Escénico. La crisis se llevó en gran medida la posibilidad de estas contadas conjuntas, pero todo es ponerse.
En fin, ya avisé en el título del post: estas reflexiones no tienen orden ni concierto. Pero inician una serie en la que iré desgranando poco a poco mi visión sobre el mundo cuentero.
Los retornos siempre son complejos. Animaos a dejarme vuestra opinión en los comentarios sobre estos asuntos, serán bien recibidos (incluso los desacuerdos).
Cómo contar cuentos al estilo Nika Canika: reflexiones sin orden ni concierto.
Publicado por nikacanika en 13:48 Etiquetas: cómo contar cuentos, cuentacuentos, Nika Canika, reflexiones cuenteras
Sobre mí
Cuentacuentos del grupo Maricastaña ejerciendo por aquí y por allá desde 1998.
Profesora técnico de Servicios a la Comunidad (enhorabuena a aquellos que sepan lo que es!).
Madre aprendiza en crianza con apego.
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Pilar Alberdi | 17 de abril de 2013, 23:14
Creo que a la hora de contar cuentos a los niños, lo que vale es el texto, si les interesa, si les conmueve, y, por supuesto, la forma de contarlo. Mostrarles los libros, como bien indicas, y hacerlos partícipes de la historia y de lo que esta les aporte y quieran comentar.
Saludos.
nikacanika | 17 de abril de 2013, 23:36
Gracias Pilar, un placer leerte